Washington Post: El riesgo oculto del calor

Sala de prensa del CTC:  Circle the City en las noticias

En una calle aislada, a pocos pasos de las imponentes laderas cubiertas de cactus de South Mountain, no había ningún lugar donde esconderse del calor. Era la una del mediodía de un jueves de julio de 2022, y las temperaturas ya habían subido a unos 109 grados. El sol abrasaba la superficie de la carretera, enviando ondas de calor al aire estancado.

Y Stephan Goodwin lo atravesaba.

Goodwin, un esquizofrénico de 33 años, era corpulento y tenía una calva que ya había empezado a ampollarse por los rayos del sol. Dos días antes, había salido de la casa que compartía con su novia y el padre de ésta, llevando un galón de agua y una bolsa de cordón con algo de ropa, una almohada, desodorante y dos pistolas. Ahora, la jarra de agua estaba vacía, las últimas gotas se evaporaban al sol del mediodía. Se había quitado la camisa, quizá en un intento equivocado de mantenerse fresco.

Dio un paso adelante y luego retrocedió. Sus pies parecían engancharse unos con otros. A ambos lados de la carretera, las casas de los suburbios se sentaban tranquilamente detrás de las vallas, con sus aires acondicionados zumbando.

Una agente inmobiliaria local, que habló bajo condición de anonimato, lo vio desde su coche mientras recorría el barrio en busca de su gato. «Oye, ¿necesitas ayuda?», recuerda que le preguntó.

Mientras ella miraba, Esteban se giró, despacio, rígido, como si sus miembros colgaran de cuerdas. Sus ojos no registraron su presencia. Luego se dio la vuelta y siguió caminando, hacia la ladera de la montaña con sus cactus en posición de firmes.

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